Por Francisco Rossi Buenaventura ![]() Médicos Sin Marca, una organización que fundamentalmente busca un ejercicio profesional en el ámbito de la salud pública, que se aparte de la modulación de la práctica médica y sanitaria cotidiana por los intereses comerciales y financieros, se ha unido al Grupo Académico de epidemiología clínica y a la Unidad de evidencia y deliberación para la toma de decisiones de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, para expresar, más que preocupaciones, angustias, profundas angustias por la forma en que se están manejando nuestras expectativas y nuestros miedos, nuestras esperanzas y nuestras desesperanzas, ante la novena pandemia que la Organización Mundial de la Salud (OMS) registra y que todo indica que no será la última. Nos preocupa que ante una pandemia que, con mucho, es la consecuencia del modelo de desarrollo, de la carrera por la productividad, la expansión de la conquistas de las fronteras agrícolas y tecnológicas, la maximización de las rentabilidades y las ganancias, con niveles inverosímiles de contaminación y de basura, de desigualdad y un largo etcétera, nuestros esfuerzos se concentren en buscar una tecnología que acabe con el virus y nos permita regresar a la normalidad. Uno se pregunta desde una perspectiva intelectual y ética, que porcentaje de la humanidad estaría de acuerdo en que nunca regresemos a la normalidad, pues la normalidad era el problema. Pero las decisiones sobre la pandemia, no se están tomando de manera transparente ni democrática. Nos angustia además, que ya embarcados en hacer lo que todo el mundo está haciendo, con una participación absolutamente marginal en los centros globales de decisión, estemos dispuestos a sacrificar el respeto por los principios éticos, los derechos humanos, la ciencia y la evidencia. ![]() Antonio Guterres, Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas, ha hecho un angustioso y reiterativo llamado a que entendamos que esta pandemia es un problema de toda la humanidad, que como humanidad deberíamos enfrentar. Sin nacionalismos, sin tribalismos y sin la oprobiosa y humillante competencia por un lugar en la fila, por un cupo que no nos deje sin vacuna, el día en que el modelo de innovación que tenemos, distribuya con criterios de mercado lo que con criterios de mercado se está desarrollando. El Presidente de Costa Rica, un país con el que tenemos tantas cosas en común, ha propuesto crear un mecanismo para poner en un pool los derechos de propiedad intelectual sobre las tecnologías para enfrentar, entre todos, esta pandemia. Un mecanismo de licencias voluntarias que mitige la fragmentación, la duplicación y la descoordinación de la búsqueda de una vacuna mientras al mismo tiempo, propone un mecanismo que reduce los costos para llegar a los países pobres. Propuestas humanistas, esperanzadoras, inspiradoras. Pero la comunidad internacional, cualquier cosa que eso quiera decir, ha elegido la ruta de bussines as usual y de la carrera por la hegemonía tecnológica, financiera y política. Una ínfima minoría, los beneficiarios de la normalidad, tomando decisiones en nombre de todos, en escenarios restringidos y en negociaciones confidenciales. Enfrentamos esta pandemia con una desesperanzadora ausencia de liderazgo político, científico y moral. ¿Qué herencia dejamos a las nuevas generaciones? Estamos haciendo en esta crisis de salud, lo mismo que hacemos ante el desastre ambiental y el calentamiento global. ![]() A Jonas Salk, el creador de la vacuna contra la poliomielitis, le preguntaron si pensaba patentar su vacuna. El respondió que eso sería como pretender patentar el sol. Su vacuna fue puesta sin patentes a disposición de la humanidad. Poner los avances de la ciencia al servicio de todos. Los hallazgos de la humanidad al alcance de todos, como rezaba la publicidad de una empresa colombiana productora de genéricos que hoy ha pasado a manos de inversionistas globales. Porque lo que hoy tenemos es una serie de mesas de inversionistas haciendo lo que esas mesas saben hacer. Captar enormes cantidades de recursos para devolver enormes rentabilidades. Tal vez los ciudadanos del común y muy especialmente los trabajadores de la salud, no seamos completamente conscientes de la arquitectura global del modelo de innovación que el mundo está acostumbrado a utilizar para desarrollar nuevos tratamientos y está utilizando para enfrentar la pandemia. En Colombia tenemos una figura que lo explica perfectamente. Las pirámides. El modelo DMG; David Murcia Guzmán. Se trata de captar grandes cantidades de recursos para devolver en un plazo breve, el doble, el triple o el cien por uno. Lo que DMG aplicaba al lavado de activos, también se aplica a la lucha contra una pandemia. Sucedió hace años con el tamiflú, de Gilead, del que aún existen cajas vencidas en algunos hospitales y nos está sucediendo con el remdesivir, de Gilead, en una carrera que al final tiene como único objetivo la maximización del valor de las acciones. Ninguno de los dos productos ha demostrado ser realmente útil, pero un buen manejo del miedo de los ciudadanos y muy especialmente del temor a la crítica de los políticos por no hacer 'algo', ha producido enormes réditos. ![]() La Industria farmacéutica se ha financiarizado, dejando de apuntar a buscar remedios para las enfermedades para buscar principalmente, la maximización de la rentabilidad. Sus principales herramientas, paradójicamente, son las medidas restrictivas a la competencia, las restricciones al libre mercado. Las patentes y otras medidas de protección a la propiedad intelectual, y las regulaciones para la producción y la comercialización. AstraZeneca debió suspender la fase III de su prospecto de vacuna por un confuso episodio de efectos secundarios. Confuso episodio que resolvió en un confuso informe que AstraZeneca presentó ante sus inversionistas en un espacio confidencial, del que, aún hoy, no tiene la comunidad internacional una información suficientemente tranquilizadora. Esta competencia salvaje, este abuso de posición de dominio, que ha podido prosperar en un mundo tan desigual y tan inequitativo gracias al poder de mercado y gracias a la influencia de las corporaciones sobre los gobiernos, dificilmente podría sostenerse ante una crisis planetaria de las dimensiones de esta pandemia. Las mesas de negociación deben adaptarse al escenario. La gran filantropía global, representada muy especialmente por el Fondo Mundial y la fundación de Bill y Melinda Gates, han acudido con entusiasmo y rapidez a ofrecer grandes cantidades de recursos para mitigar la competencia salvaje e introducir medidas de compensación. “ Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”. ![]() ACT -A, GAVI, COVAX. Mesas de inversión, captando recursos públicos y privados, negociando los primeros lugares en la fila para los mayores aportantes y los segundos para los más pobres entre los pobres, en un complejo y confuso esquema de repartición en el que la especulación y las apuestas, dejan bastante mal parados los principios de la ciencia y la bioética. Negociando compras anticipadas de vacunas que nadie sabe si van a funcionar, más allá de si conseguimos autorización legal para usar recursos públicos para ese fin. Oxfam, organización de la Gran Bretaña, alertó en la reunión de ministros de finanzas y de salud del G20 sobre la pandemia, que los países ricos, que representan el 13% de la población mundial, han contratado más del 50% de las dosis de las vacunas más avanzadas en su proceso de desarrollo. COVAX, en palabras de Mariangela Simao, Directora de Medicamentos de la OMS, no es lo mejor pero es lo que tenemos. Hay cosas peores; empresas negociando con gobiernos de países ricos, compras anticipadas para atender su población. La Unión Europea que está aportando a COVAX, prefiere usar para su población su propia mesa de inversión, con criterios claros de dar prioridad a los Europeos. En una audiencia pública en el parlamento europeo, varios parlamentarios cuestionaron tanto la transparencia como la operatividad de los acuerdos entre la UE y las compañías farmacéuticas. Pero mientras los parlamentarios pedían respuestas, la industria pedía un voto de confianza. El presidente del comité de supervisión puso sobre la mesa el hecho de que se están solicitando fondos para vacunas que tienen mucha incertidumbre de llegar a ser eficaces y seguras. Esa es la razón de estar buscando substanciales inversiones del sector público, que el sector privado difícilmente arriesgaría. Recibimos una carta abierta solicitando adhesiones, dirigida a los Líderes de la Industria Farmacéutica que dice: Como personas del mundo entero que han sobrevivido a la COVID-19, como familiares en duelo y personas con mayor riesgo de contraer este virus, les escribimos para obtener su apoyo en el logro de una “La Vacuna de la Gente”. En esta pandemia mundial sin precedentes, sólo podremos garantizar que las vacunas y los tratamientos para luchar contra la COVID-19 llegan a todas las personas que lo necesitan, si se evitan los monopolios, se aumenta la producción y se comparte el conocimiento. Sólo de esta manera convertiremos la vacuna en un bien público global. Como personas líderes de la industria que está desarrollando esta vacuna, es crucial su cooperación en este esfuerzo por salvar vidas. Otros escenarios son posibles. La Organización Panamericana de la Salud (OPS) ha ofrecido a los países latinoamericanos usar su larga y exitosa experiencia del fondo estratégico de vacunas para trabajar de manera solidaria y mancomunada mejorando la capacidad de negociación de cada país por separado. El Presidente de China y el Presidente Francés ofrecieron, en la Asamblea Mundial de la Salud de mayo pasado, que si tenían la suerte de desarrollar una vacuna eficaz, ésta sería entregada a cualquier país que quisiera utilizarla, transfiriendo la tecnología. Cuba está terminando la fase II de una vacuna prometedora que también sería objeto de transferencia de tecnología. Mexico y Argentina están negociando transferencia de tecnología para producir vacunas para sus ciudadanos. Brasil hace lo propio. Una utopía como ésta pasa necesariamente por recuperar la capacidad de producción de vacunas y medicamentos, tan duramente golpeada por las decisiones de la tecnocracia que hizo que el Instituto Nacional de Salud, con más de 100 años de historias de ciencia, tecnología e innovación, haya cerrado plantas de producción de vacunas, sueros y otros productos sanitarios y que tiene a nuestra industria farmacéutica local en una de sus peores crisis como consecuencia de regulaciones de BPM más orientadas a excluir competencia que a salvaguardar la salud, mientras el gobierno extrema la protección a la inversión extranjera tanto con medidas regulatorias como con las patentes. Por estas razones los signatarios de esta declaración solicitamos:
<
>
0 Comentarios
Dejar una respuesta. |
Archivos
Junio 2022
Categorías |