Por Félix León Martínez, Presidente de Fedesalud e Investigador Grupo de Protección Social, UNAL Las diversas y variadas interpretaciones que conocemos, sobre las diferencias en el número de muertes por COVID-19 en los distintos países y regiones del mundo, nos dejan un sabor a pobreza de análisis, que no es fácil de entender transcurrido un año de pandemia y ante la magnitud de la crisis, que ya contabiliza dos millones y medio de muertes. Adicionalmente, el comportamiento de la pandemia se torna más incomprensible cuando las cifras y los variopintos análisis, finalmente son reproducidas por los medios masivos. Resulta difícil asimilar cómo, transcurridos doce meses de entrevistar expertos a diario, los grandes medios de comunicación no hayan entendido la diferencia entre un número y una tasa. Que no hayan comprendido que los 150.000 muertos por COVID-19 en la India, significan tan sólo 110 muertos por millón de habitantes, mientras que los 55.000 muertos de Colombia se traducen en una tasa de 1.100 muertos por cada millón de ciudadanos, lo que quiere decir que la gravedad de la pandemia en Colombia es diez veces mayor que en la India. Una vez se comparan las tasas, la lista de los países más afectados cambia notoriamente. Pero se requiere seguir profundizando en el asunto. Si comparamos los países de buen tamaño (es decir si se separan aquellos con menos de 10 millones de habitantes), es claro que la lista de afectados está encabezada por países de Europa occidental, como Bélgica, Reino Unido, Italia, Portugal o España, acompañados de cerca, incluso entremezclados, con países de América como Estados Unidos, México, Perú, Colombia y Brasil. En todos ellos la epidemia se ha llevado en el año a más de un habitante de cada mil.
Sin embargo, comparar las tasas de mortalidad general por COVID-19 de naciones con un porcentaje significativo de población anciana, como las europeas, con las tasas de países con población mayoritariamente joven, como los latinoamericanos, resulta ventajoso para los últimos y realmente injusto para los primeros. La evaluación de la gestión de los países ante la pandemia no debería realizarse en función de los casos positivos por millón de habitantes, pues muchos gobiernos limitaron seriamente el número de pruebas y ocultan de esta forma el verdadero número de afectados por el Sars Cov-2 (como México); tampoco sobre la tasa de mortalidad general, pues el mundo sabe ya que la mortalidad por COVID-19 se concentra en las poblaciones de mayor edad. Si se quiere comparar naciones y gobiernos, una evaluación medianamente ponderada deberá partir de analizar la mortalidad de los mayores de 60 o 70 años. Los países de América Latina nos muestran que un 80% de las muertes se da en población de más de 60 años. En los países de Europa, hasta un 95% de las muertes corresponde a mayores de 70 años. La diferencia, en este caso, sí podría obedecer a la respuesta efectiva e igualitaria de los sistemas de salud. Las mayores tasas de mortalidad en mayores de 60 años corresponden a países como México, Colombia, Perú y Brasil, además de Sudáfrica, con tasas superiores a 10.000 muertes por millón de habitantes de estos grupos de edad, el doble de la que arrojan Estados Unidos, Reino Unido, Italia, España o Francia, con tasas alrededor de las 5.000 muertes por millón de habitantes en población mayor de 60 años. Las cifras son aproximadas, por no contar con información exacta del porcentaje de muertes por COVID-19, que corresponden a mayores de 60 años en cada país. Sin embargo, no cabe duda que la tasa de mortalidad por COVID-19 en este grupo de edad, en Latinoamérica, es el doble de la de los países de Europa. Otra forma adecuada de evaluar la afectación de cada país, región o ciudad, es estudiar el exceso de mortalidad durante la pandemia respecto al promedio histórico. De esta forma se observa rápidamente -como en el siguiente gráfico publicado por el Financial Times-, que Perú se lleva el peor resultado, con una sobremortalidad del 97% respecto al promedio histórico, seguido de Bolivia, con un 72%, Ecuador, con un 69% y México, con un 52%. Muy lejos del Reino Unido y España, que apenas registraban una sobremortalidad del 21%, Estados Unidos con el 19%, e Italia, con sólo el 18% de exceso de mortalidad sobre el promedio histórico. Esta será definitivamente la evaluación dura del impacto diferencial de la pandemia en los distintos países y regiones. Más que evaluación de los gobiernos, se convierte en una evaluación que deja la pandemia sobre la funcionalidad o disfuncionalidad de las respectivas sociedades.
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Junio 2022
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